Ciencia o saqueo
Esta es la mejor forma para referirse a lo ocurrido con nuestra provincia insular, Galápagos, a través de los siglos. Desde los primeros estudios cartográficos publicados en español (1744), “Nueva y correcta Carta del Mar Pacífico o del Sur”, por Vicente Fuente y que fueran reproducidos en Londres por H. Moll, se despierta el interés de las potencias marítimas Inglaterra, Francia y España (en su orden) por obtener el conocimiento pleno de este cofre de tesoros naturales, científicos y potencial ictiológico.
A partir de la última década del siglo XVIII, surge una especie de competencia entre naciones, protagonizada en especial por Inglaterra, a la que paulatinamente se incorporan los Estados Unidos. Expediciones estratégicas de unidades navales de estos países, disfrazadas de viajes científicos visitan las islas no solo por evaluar la explotación ballenera y otros recursos sino por apropiarse, comprar o arrendar el archipiélago.
A bordo del USFS “Albatros” arribaron con la “expedición” de la Comisión Californiana de Pesca, Leslie Lee del Herbario Nacional, el zoólogo marino Agassiz y Heller de la Universidad de Stanford para coleccionar ejemplares endémicos. El ornitólogo Osbert Salvin llegó con el mismo fin, en un crucero al mando del almirante Mahan, propulsor del reconocimiento estratégico Isleño.
En esta puja intervinieron millonarios de la época dedicados a demostrar su riqueza exhibiendo sus colecciones privadas. El magnate Philo White en 1858, “aprovechando las dificultades económicas del gobierno del General Robles propone un empréstito de US$ 3’000.000 con el 5% de interés anual y nada menos que la Hipoteca de las Islas Galápagos” (Machuca). Hubo otros poderosos como Walter Roschild que financió varias expediciones destinadas al pillaje de especímenes para su museo privado. En 1897, 3 taxidermistas capturaron y disecaron 3000 aves; 65 tortugas las trasladaron vivas a Inglaterra.
Fue tal la acometida de las dos potencias marítimas, acreedoras y poseedoras de los bonos de la deuda externa, que puso en peligro la permanencia del Archipiélago como parte de nuestro territorio. Inglaterra y Estados Unidos llegaron a tener tan amplio conocimiento de todas las características de las islas y de su estratégica posición Geográfica que las ambiciones por poseerlas hicieron presa de sus gobiernos. En 1852, hubo un incidente entre el Pirata del Guayas y el ballenero norteamericano “George Howland”. Su captura produjo un reclamo por daños y perjuicios valorado en US$ 40.000. Ante la imposibilidad de pagarlos, su encargado de negocios, Philo White, propuso la entrega del archipiélago o la concesión a perpetuidad de la explotación del guano. El Gobierno ecuatoriano aceptó la deuda, mas no las pretensiones de White. Al poco tiempo el país cayó en mora “hasta que el Presidente Johnson se dirigió al Congreso pidiendo enviar buques de guerra a cobrar” (JoE Saudade).
También aquel año, la Gran Bretaña dejó ver su interés por recibir las islas como parte de pago de la Deuda Inglesa. Una vez concluida la guerra civil norteamericana (1860-1865), las pretensiones de ese país, cuyo poderío comercial crecía grandemente y le urgía extenderlo, nada más cercano y estratégico para proteger su poder que las islas Galápagos. En 1880, el Secretario de Estado James G. Blaine, dispuso el estudio de la nacionalidad de las islas y por un informe interno determinó, por sí y ante sí, que no nos pertenecían porque no había ocupación suficiente para justificarlo. Este informe fue el sustento para que el Departamento de Estado de Estados Unidos solicitara al Congreso que declare a Galápagos “Tierra de Nadie” (Machuca).
A partir de entonces, por un periodo aproximado a los setenta años, las islas Galápagos, de una forma u otra, estuvieron en la mira de los Estados Unidos: en 1885-1888, a pretexto de hallarse procesado y detenido un ecuatoriano que había obtenido la nacionalidad de ese país, arribaron buques de guerra en actitud amenazante; 1889-1892, el embajador norteamericano Rowland B. Mahany, en contubernio con el ex Presidente Plácido Caamaño intentaron favorecer la compraventa del archipiélago. 1895, el Ministro de Hacienda ecuatoriano recibió propuestas por 25 millones de dólares de un Consorcio europeo y 100 millones de francos por el Gobierno francés.
Siglo XX: El Presidente Taft de los Estados Unidos, mediante su embajador en Quito, Archibald Sampson, propuso al Presidente Leonidas Plaza el arrendamiento de Chatham por 5.000 dólares anuales; 1906, ante el conflicto con el Perú y la necesidad de armamento, con el apoyo de Juan Benigno Vela y fray Vacas Galindo, Eloy Alfaro hizo una propuesta a los Estados Unidos para hipotecar las islas por 10 millones de dólares; 1909, el Secretario de Estado Philander C. Knox, delegó a Archer Harman, constructor del ferrocarril, para que gestione la cesión del archipiélago para la defensa del canal de Panamá.
Entre 1909-1918, el archipiélago recibe la visita del primer Escuadrón de la Flota del Pacífico. Al finalizar la Primera Guerra Mundial, desde bases en Galápagos este realiza maniobras defensivas del Canal con los porta-aviones “Saratoga y Yorktown”; 1919, en misión secreta los acorazados South Dakota, Tennesee y Arkansas realizan estudios cartográficos; 1923, los almirantes Jones y Eberle al mando de la Flota Azul y la Negra, respectivamente, realizan maniobras en Galápagos y aguas territoriales ecuatorianas; 1939-1945, el presidente Franklin D. Roosevelt propuso un fideicomiso Panamericano para Galápagos (Villacrés Moscoso, 1976) y luego de su visita a Panamá en 1940 se inician los preparativos para construir bases llamadas Unidades Galápagos, que más tarde serían las de Seymour y Salinas. La revista Times (septiembre 1941) anuncia que el Gobierno de Estados Unidos había intentado comprar la isla Santa Cruz por 21 millones de dólares.
Se inicia la época de los convenios de Préstamos y Arriendos, establecidos por ese país para la Defensa del Hemisferio, en que se cantaba: “Las Américas Unidas, unidas vencerán”. El Ejército de los Estados Unidos elige las zonas para construir pistas de aterrizaje y el 24 de enero de 1941 se firmó el Tratado de Ocupación de Seymour sur hasta que finalizara la guerra. La zona de La Puntilla destinada a la base de Salinas fue comprada por US$25.000. En 1945, una vez concluida la guerra el Gobierno del Ecuador pidió la devolución de la isla que se concretó en 1948.
Pero como no podía ser de otra forma, la extraordinaria naturaleza de las islas atrajo a numerosos cartógrafos, zoólogos, naturalistas, botánicos, ornitólogos, etc., que dejaron valiosísima información en cada una de sus especialidades. Sin embargo, muchos de ellos a pretexto de “rescatar” especies exóticas amenazadas por la extinción, realizaron una penosa depredación.
En febrero de 1795 arribó el botánico Archibald Menzies y elaboró el primer herbario de Galápagos. En 1801, Amasa Delano, un traficante de opio en ruta a China, visitó Chatham, Hood y Albemarle y en sus relatos describe por primera vez la lagartija de lava, la paloma de Galápagos, el pelícano marrón, el piquero de patas azules y los galápagos. Entre 1812-1825, David Porter identificó diversas clases de galápagos por sus caparazones. Los oficiales ingleses John Fiffe y Basil Hall realizaron estudios cartográficos e hicieron observaciones sobre las tortugas. El Capitán Henry Hanwell, enviado por la Hudson Bay Co., para hacer un viaje de estudios sobre pesca, fue aprovechado por la Sociedad Real de Horticultura de Londres para coleccionar plantas exóticas al más famoso botánico de la época David Douglas.
Es al finalizar este periodo previo al viaje de Darwin, que se evidencia el creciente interés en Inglaterra por el estudio de la fauna y flora de las islas. En septiembre de 1835, el capitán inglés Robert FitzRoy arriba a Chatham, junto a él viajaba Darwin, permanecieron cinco meses en las islas cumpliendo cada uno sus especialidades. El periodo entre 1836 y 1846 es de gran actividad por parte de Inglaterra y Francia por adquirir la más precisa información sobre tantas especies desconocidas que les dio la supremacía científica sobre los otros países y el escritor Herman Melville completó la información de su libro “Las Islas Encantadas” y Joseph R. Slevin “Las Islas Galápagos. Una Historia de sus Exploraciones” que concitaron la atención mundial sobre estas.
Entre 1852 y 1880, hubo varias expediciones coleccionistas y científicas compuestas por expertos suecos, Ingleses, austriacos, franceses, norteamericanos. En 1875, a bordo del buque ecuatoriano “Venecia”, arribó el sabio Teodoro Wolf, liderando a otros científicos de la Escuela Politécnica de Quito y tres años más tarde haría un segundo viaje. También ese año, el Almirantazgo Inglés envió al comandante Cockson para que haga observaciones sobre la extinción de las tortugas, su informe fue desastroso, al punto que se envió cazadores para llevarlas a Inglaterra. Cinco años más tarde en Floreana se encontraron solo los carapachos.
La llegada del nuevo siglo encuentra muy extendido el temor de que las especies nativas de Galápagos vivieran en vías de extinción, por lo que la Academia de Ciencias de California, en respuesta al lema de “Salvación por la Ciencia” envió una de las más numerosas expediciones y de más larga permanencia que haya pisado nuestro territorio insular. “Rollo Beck fue escogido para dirigir la expedición, integrada por dos graduados de Stanford: W.H. Ochsner y F.X. Williams; del personal de la Academia, Edgard W. Gifford y Joseph R, Stevin; del Instituto Smithsoniano, Alban Stewart y de la Universidad de California J.S. Hunter. Además, un adolescente Ernest S. King, para ayudar en las capturas. Durante más de un año trabajaron en 29 locaciones diferentes en 23 islas, colectando más de 75.000 especímenes, incluidas las 264 tortugas, en “retribución” introdujeron chivos en Santiago” (Machuca).
En 1923, la Sociedad Zoológica de Nueva Cork patrocinó la expedición Harrison Williams, a cargo del Dr. William Beebe, autor del libro “Galápagos, Fin del Mundo”. En 1925 volvió Beebe a bordo del “Arcturus” recibido en préstamo de Henry Whinton, y publicó un segundo libro titulado “La Expedición del Arcturus”. Ambos libros despertaron un inusitado interés por visitar las islas por parte de numerosos millonarios en sus yates y veleros.
Uno de estos visitantes fue el célebre actor de Hollywood John Barrymore, que en la década de 1930 llegó a las islas de luna de miel con su esposa, la conocida estrella Dolores Costello y después vinieron a nuestra ciudad.
Como hemos visto, en la mayor parte de las expediciones inglesas y norteamericanas, fue mínima la presencia de aquellas que realizaron estudios científicos en el ambiente natural del archipiélago. La mayor parte, enviadas por sus gobiernos como científicas, en realidad se centraron en hallar la forma y los justificativos para tomarlo como posesión. También llegaron personas que sí registraron en libros y tratados las especies animales, pero nada hicieron por preservarlas de la extinción. Más allá de las apariencias se constituyeron en una verdadera amenaza para las especies nativas, las capturaron, mataron y disecaron para conservarlas en museos.
Muy pocos, permanecieron en las islas el tiempo suficiente para realizar estudios científicos a cabalidad, la mayoría se limitó al tiempo suficiente para realizar capturas, como lo demuestra el doctor José E. Machuca (JoE Saudade), tantas veces nombrado, en su trabajo inédito “Cronología Histórica de Galápagos 1535-2000”.
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