viernes, 25 de mayo de 2018





Guayaquil y Bolívar II

Con esta preocupación escribe a San Martín pidiendo auxilio para que intervenga y permita retener Guayaquil para Colombia: “El último desagradable acontecimiento de Guayaquil en que los enemigos han obtenido algunas ventajas, exige un remedio pronto y eficaz (...) El gobierno de Colombia activa los medios de poner en perfecta seguridad aquella provincia, y de liberar el resto de las del Sur, que aun están subyugadas (...) Si mientras yo marcho, pudiera V.E. destinar sobre Guayaquil el batallón del mando del señor coronel Heres [1], V.E. llenaría a la vez los deseos de aquellos colombianos, y haría a esta República un servicio tan útil como importante. Mas si este batallón ha marchado al Alto Perú, me atrevo a hacer a V.E. igual súplica con respecto a cualquier otro cuerpo que pueda ser destinado a Guayaquil, de los del ejército del mando de V.E.,” [2]  

Por supuesto que San Martín no se dio ni por enterado de las urgencias del Libertador, un Guayaquil colombiano, no encajaba en su proyecto. Por otra parte, Sucre, que después del fracaso de Huachi veía muy de cerca las posibilidades de una operación enemiga a fondo contra Guayaquil, no vaciló a firmar en Babahoyo un tratado muy útil que establecía una tregua, la cual, le permitiría rehacer sus destrozadas fuerzas. Sin embargo, Bolívar lo desaprobó y dispuso que no sea “observado ni cumplido”. [3]Con cuyo objetivo ordenó la movilización de 500 hombres del Cauca hacia Guayaquil.

En diciembre de 1821, el Libertador, que daba por descontado que él estaría presente en la toma de Quito, autoriza a Sucre para que obrase contra esa plaza por la ruta que mejor le pareciese, a fin de cooperar con el ejército bajo su mando personal, “y para hallarse sobre Quito del 20 al último de febrero para cuya época estaré yo sobre aquella capital con el ejército”. [4]Por ese tiempo, ya sentía la inmediatez de la culminación de sus ambiciones, y escribe a Olmedo: “No puede Vd. imaginarse con que placer me acerco a la patria de Vd., más por conocer a su digno jefe que por otro motivo alguno (...) Mucho me duele tener al mismo tiempo que molestar a un amigo que ya amo (...) exijo el inmediato reconocimiento de la República de Colombia, [5]porque es una Galimatías la situación de Guayaquil. Mi entrada en ella en tal estado sería un ultraje para mí y una lesión a los derechos de Colombia. (...) Vd. sabe amigo que una ciudad con un río no puede formar una Nación: que tal absurdo sería un señalamiento de un campo de batalla para dos estados belicosos que la rodean. [6]Vd. sabe los sacrificios que hemos hecho en medio de nuestros propios apuros para auxiliar a Guayaquil, que Colombia ha enviado allí sus tropas mientras que el Perú ha pedido auxilios a ella. Quito no puede existir sin el Puerto de Guayaquil, lo mismo Cuenca y Loja. [7]Las relaciones de Guayaquil son todas con Colombia. Tumbes es el límite del Perú y por consiguiente la naturaleza nos ha dado a Guayaquil (...) me he determinado a no entrar en Guayaquil, sino después de ver tremolar la bandera de Colombia, y yo me lisonjeo que Vd. empleará todo el influjo de su mérito, saber y dignidad, para que no se dé a Colombia un día de luto, sino por el contrario sea Guayaquil para nuestra Patria el vínculo de la libertad del Sur.” [8]

Tres días más tarde, Bolívar escribe a Santander, y le expresa su preocupación por el estado de cosas en Guayaquil, lo cual lo había determinado a llevar la Guardia a esta ciudad para garantizar su sumisión: “Las cosas de Guayaquil exigen mi persona con la Guardia: aquel es un caos de ingratitud y mala fe. Lord Cochrane parecía pronto a servirnos, pero el gobierno de Guayaquil lo ha disuadido de este designio (...) Yo he tomado mi partido y les he escrito, como Vd. verá por las comunicaciones lo que hace al caso. Sucre está autorizado para obrar abiertamente si aquellos señores se oponen a mis órdenes. [9]Las razones de política que nos autorizan a exigir la reunión a Colombia, están consignadas en mis cartas y notas.” [10]Mientras más próximo estaba Bolívar a Guayaquil, su empeño y determinación por anexarlo cobraba mayores dimensiones. Se evidencia con mayor fuerza su idea fija por someter, a toda costa a Guayaquil, aunque fuere ocupándola militarmente, como a poco tiempo lo haría. Y a Sucre, había ordenado obrar con toda energía. Que debía exigir a los guayaquileños cuanto necesitase, y de no lograrlo, debía tomarlo por la fuerza. Además, no permitir que la Provincia Libre se incorporase a otro gobierno que no fuese el colombiano.

Después de haber estado entrampado desde abril, por las tropas españolas del coronel Basilio García, que dominaban las alturas de Pasto, y luego de su capitulación gracias a las tropas subidas desde Guayaquil por el sur, con lo que se cumplieron las palabras proféticas de Febres Cordero, Bolívar escribe gozoso a Santander una extensa carta: “la capitulación de Pasto es una obra extraordinariamente afortunada para nosotros, (...) su país es una cadena de precipicios donde no se puede dar un paso sin derrocarse. Cada posición es un castillo inexpugnable.” 

Más adelante, desconoce el mérito de Sucre, y se atribuye el sometimiento de la región, cuando la verdad es que no pudo pasar por sí solo: “El general Sucre, el día de la acción, no sacó más ventajas que yo, a decir verdad, nosotros hemos tomado el baluarte del Sur y él se ha cogido la Capua[11]de nuestras conquistas (...) Yo vuelo a Quito a ver si los bochinches del Sur cesan; lo peor es que tengo una fuerte inclinación a no dejar que se burlen de Colombia, porque es muy duro ceder después de triunfos (...) Sucre quedará mandando en Quito y yo pasaré al Sur con las tropas, con el objeto de pacificar aquello y de tener una entrevista con San Martín. Supongo que en esta marcha militar no perderé nada, al contrario, redondearé a Colombia, según son mis deseos y deben ser las probabilidades; porque Vd, sabe que Guayaquil no es Cartagena, que se defiende con sus murallas, y porque además yo empleo más la política que la fuerza en las empresas de esta naturaleza (...) y con esto adiós, hasta Quito.” [12]

El contubernio.
Una vez en Quito, el Libertador se dedicó a escribir y a expresar en todos los tonos posibles su satisfacción por haber concluido la independencia de Colombia: a San Martín: “Tengo la mayor satisfacción de anunciar a V.E. que la guerra de Colombia está terminada”. A los generales marqués del Toro y Fernando Toro: “Este hermoso país, tan colombiano y tan patriota (...) formará el más grande departamento de Colombia”. Al general Juan de Escalona: “Ya estamos en Quito libre y colombiano. Todo está por nosotros en este vasto país, sin que nos falte más que Guayaquil, para donde parto a llevar la ley de Colombia.” A Santander: “solamente Guayaquil me da cuidado, pero Guayaquil por su cuidado puede envolvernos también en una de dos luchas: con el Perú, si la forzamos a reconocer a Colombia o con el sur de Colombia si la dejamos independiente, triunfante e incendiaria con sus principios de egoísmo patrio”.  Guayaquil se convirtió en un instrumento para alcanzar metas. No importó la historia ni lo que sus hombres se proponían.

El 22 de junio nuevamente escribe a San Martín: “La conducta del gobierno de Colombia ha seguido la misma marcha que V.E.; pero al fin, no pudiendo ya tolerar el espíritu de facción, que ha retardado el éxito de la guerra y que amenaza inundar en desorden todo el Sur de Colombia, ha tomado definitivamente la resolución de no permitir más tiempo la existencia anticonstitucional de una Junta que es el azote de Guayaquil y no el órgano de su voluntad. Quizá V.E. no habrá tenido noticia bastante imparcial del estado de conflicto en que gime aquella provincia, porque una docena de ambiciosos pretenden mandarla. Diré a V.E. un solo rasgo de espantosa anarquía: no pudiendo lograr los facciosos la pluralidad en ciertas elecciones, mandaron poner en libertad el presidio de Guayaquil para que los nombres de estos delincuentes formaran la preponderancia a favor de su partido. Creo que la historia del Bajo Imperio no presenta un ejemplo más escandaloso”. [13]Aquí podemos leer que, con tal de justificar el atropello distorsiona la verdad. Y, a sabiendas de su falsedad, se hace eco de las calumnias salidas de sus propios partidarios que buscaban incitarlo a tomar medidas drásticas. Parece que Guayaquil hubiese sido considerado, apenas como un instrumento para alcanzar sus fines. No le importó la historia ni la propuesta guayaquileña.

Mientras permaneció en Quito se dedicó a organizar el gobierno del departamento, “es una capital recién tomada, a la cual se deben dar leyes de Colombia (...) no tengo tiempo para nada, no me faltan ratos para escribir, pero me sobran meditaciones sobre lo que debo hacer con un grande y bello país”. Finalmente decide que “el general Sucre, su libertador, lo mandará con el mayor aplauso de sus pueblos”, lo cual le permitiría desplazarse para someter a la Provincia Libre. Mientras permaneció en la capital no solo envió, sino que también recibió muchas cartas, [14]  de los mismos que a la llegada de Sucre, en 1821, le llenaron la cabeza con opiniones interesadas. Sucre, de igual manera que el Libertador, prefirió escuchar a quienes lo adulaban y se decían colombianistas, antes que a los miembros de una “Junta que ya había demostrado una total independencia de criterio.” [15]La actividad política que desplegó fue intensa, la cual se conserva en su correspondencia. Para neutralizar a Santa Cruz, y para que no intente intervenir contra la anexión de Guayaquil, promete enviar tropas al Perú tan pronto la provincia se someta. Con esto halaga los sentimientos patrióticos del peruano, y con ello quita del camino la posibilidad que este respaldase las pretensiones de San Martín. 

Los primeros días de julio de 1822 se desplaza hacia la Costa, y como estaba seguro de sufrir una fuerte oposición de los guayaquileños, el 3 de ese mes le escribe a La Mar desde Guaranda, y lo compromete para que juntamente con sus edecanes se adelantasen a Guayaquil y “preparasen en parte los auxilios y en parte la opinión”. Este cúmulo de pasos políticos que daba Bolívar culminan en la afirmación que consta en la carta que figura en párrafos anteriores, dirigida a Santander, en la que dice que hay que mantener la importancia de Quito, elevarla y soportarla, “para que Guayaquil no sea la capital del Departamento del Sur y no tenga influencia en las provincias subalternas”. He aquí el proyecto político de Bolívar respecto a Guayaquil. Todas sus actitudes que sellaron el destino de la Provincia Libre y sin siquiera proponerse comprenderlo, provocaron la demolición de un proyecto democrático ejemplar.



[1]Fuerzas colombianas que se hallaban prestando auxilios militares a San Martín en el Perú
[2]Simón Bolívar, Op. Cit., Vol. I, carta a San Martín del 16 de noviembre de 1821, pp. 606-607.
[3]Simón Bolívar, Op. Cit., Vol. I, carta a Sucre del 22 de noviembre de 1821, pp. 611-612
[4]Simón Bolívar, Op. Cit., Vol. I, carta a Sucre del 22 de diciembre de 1821, p. 611-612.
[5]Olmedo, al aceptar el mandato del pueblo y de las tropas en 1820, había jurado respetar y guardar el Reglamento Provisorio Constitucional, y por encima de todo, cumplir con la decisión popular de iniciar, avanzar y culminar la liberación de Quito y Cuenca. Evidenciando que Guayaquil con generosa solidaridad buscaba extender la libertad que ella había conquistado. Pero como al mismo tiempo eso la enfrentó a Bolívar, pues la buscada libertad de Cuenca, Quito y otros tuvo ese efecto. Esto explica la actitud de conciliadora tolerancia con que llevó su relación frente a las ambiciones de Bolívar, a quien llama “Mi respetable amigo y paisano” (Carta de Olmedo a Bolívar, junio 13 de 1821) dando a entender una colombianidad que sabía no poseer y a San Martín halaga en su vanidad, “Entre tanto, V.E. prepara el hermoso día del opulento Perú; y, ardiendo en amor patrio, nos enseña la senda que debemos seguir. Ya la Patria tiene en sus manos, destinada a las sienes de V.E., la corona que han tejido la Ninfas del Rímac” J.J. Olmedo, Epistolario, Carta de Olmedo a San Martín, Nov. 22 de 1820, pp. 335-338. 
[6]Era evidente que Bolívar recurría a varios artificios y rumores para crear y ampliar los objetivos para su proyecto de sumar y someter a Guayaquil. Por eso fueron variadas las manipulaciones y elucubraciones de Bolívar, para justificar su empeño de anexar la Provincia Libre bajo la dependencia colombiana, porque no tenían otra finalidad que aquello, pues hemos visto que el paso del tiempo le quitó piso a su pronóstico. Por el contrario: la amenaza de los vecinos tanto del norte como del sur, que él consideró y estimuló en su carta, sirvió para unir a los ecuatorianos. La posibilidad del surgimiento de la que él más adelante admitiría como república de Quito, sin que haya sido previamente sugerido por persona o facción alguna, constituía un peligro para su proyecto de la Colombia grande de su obsesión. Obviamente esto le resultaba inadmisible. De allí sus amenazas e intervenciones con la fuerza para evitarlo. Como finalmente lo hizo, subordinando por la fuerza a una comunidad que buscaba ser respetada por su independencia y proyecto autónomo.
[7]Olmedo se sentía obligado a evitar, por todos los medios los motivos de división, y recurrir a su ingenio e inteligencia para sostener la unión de los guayaquileños. Esta ambigüedad y falta de definición, sobre todo ante las exigencias de Bolívar, con seguridad se debe a que requería la ayuda de ambos. Olmedo, tenía en fin la esperanza que, una vez liberados los territorios de Quito y Cuenca, unidos con Guayaquil, se plantearía la formación de un cuerpo político mayor que la “republiquita”. Ilusiones vanas, porque los dos líderes interesados y definidas sus geopolíticas, no permitirían, como en efecto no permitieron, el surgimiento de una nación independiente, situada entre Colombia y Perú.
[8]Simón Bolívar, Op. Cit., Vol. I, carta a Olmedo, enero 2 de 1822, pp. 612-613
[9]Carta que solo por la determinación de Olmedo de respetar el juramento de lealtad a la autonomía de Guayaquil que demandaba el Reglamento Provisorio de Gobierno, promulgado en noviembre 11 de 1820, es tomada en silencio y con paciencia. Si las cartas de Bolívar eran el termómetro de su actitud, no cabe duda que su presencia sería terrible para el Guayaquil autonómico. Efectivamente ya estando en Quito, el 21 de junio escribe varias cartas a muchas personas, en las cuales no silencia ni disimula su obsesión por someter a Guayaquil. No podía este hombre grande, acostumbrado a la dureza de las campañas, a vencer, a imponer su voluntad sin réplica alguna, admitir que toda una región se hubiera independizado sin su concurso, y peor que pretenda mantenerse autónoma. En esa fecha describe al general Juan escalona y dice” ya estamos en Quito, libre y Colombiana. Todo está por nosotros en este vasto país, sin que nos falte más que Guayaquil, para donde parto a llevar la ley de Colombia”.
[10]Simón Bolívar, Op. Cit., Vol. I, carta a Santander del 5 de enero de 1822, pp. 613-615.
[11]La antigua ciudad de Capua, conocida como la otra Roma, se encuentra bajo la moderna ciudad de Santa María Capua Vetere, a 26 km. al norte de Nápoles, en la provincia de Caserta. 

[12]Simón Bolívar, Op. Cit. Vol. I, carta a Santander del 9 de junio de 1822, pp. 638-640
[13]Simón Bolívar, Op. Cit., Vol. I, cartas a San Martín, al Marqués del Toro, a Juan de Escalona, a Santander y a San Martín, fechadas en Quito desde el 17 al 22 de junio de 1822, pp. 643-650.
[14]De Guayaquil le llegarían diatribas y acusaciones cada una de ellas más injusta contra Olmedo, Roca y Ximena, los grandes conductores del proyecto libertario de Guayaquil. Los aduladores que pronto aparecen como moscas alrededor de cualquier pastel se apretujaban en torno a Bolívar. La anexión implicaba la proliferación de cargos públicos que muchos anhelaban ocupar. A otros seguramente los movía la venganza. Estos fueron estímulos a Bolívar, que era un gran conocedor de la sicología social, de las debilidades humanas y de cuanto son capaces de hacer los aduladores por figurar. El libertador prestó oídos a estas ruindades, que las inscribía y utilizaba para viabilizar su proyecto geopolítico y someter a los guayaquileños a este.
[15]Julio Estrada Ycaza, Op. Cit., p. 371.

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